Reforma y Revolución

Fragmento de un mural de Diego Rivera

Nunca en la historia de México se ha registrado una transformación de gran calado sin la intervención de las armas y sin un texto constitucional diferente, salvo con las reformas y medidas del gobierno de Lázaro Cárdenas. A raíz del triunfo histórico de Andrés Manuel López Obrador y de Morena, con la participación igualmente rotunda de la ciudadanía, cabe preguntarse si México ha inaugurado una nueva etapa de transformaciones profundas por la vía pacífica y dentro de un marco institucional predeterminado.

Para los luchadores independentistas no había duda. Se hallaban frente a un régimen al que era preciso combatir mediante la lucha armada hasta echarlo del territorio nacional. El primer libro sobre la guerra de independencia de México lo escribió fray Servando Teresa de Mier: Historia de la revolución de Nueva España. El fraile regiomontano, como otros insurgentes, se asumía revolucionario. Con el tiempo se vería que la revolución de independencia no fue más que la separación de la monarquía española. Pero que la desigualdad, concentración de la riqueza, la miseria, explotación y opresión de los trabajadores –sobre todo de los indígenas– continuó en las décadas posteriores a la independencia. La denuncia que hacían los reformadores de este panorama no difería del que refirió Humboldt a principios del siglo XIX.

En el curso de la independencia, Morelos, que siguió las enseñanzas de Hidalgo, convocó a un congreso y éste elaboró la primera constitución mexicana: el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana de 1814. Su vigencia fue breve y se desvaneció a la derrota de los insurgentes por el gobierno virreinal. Pero en los mexicanos arraigaron su espíritu libertario, justiciero y, en los capítulos sobre la nacionalidad y la representación, hasta de contornos bolivarianos, según Gustavo Ernesto Emmerich (Las elecciones en México, coordinado por Pablo González Casanova). Fue con la Constitución de 1824 que México inicia su vida independiente a partir de una institucionalidad republicana propia y de inspiración liberal. Tuvo una vigencia de sólo 12 años. Los conservadores se hicieron del poder y el país quedó sujeto a sus normas.

Fueron para el país dos décadas trágicas. Además de la rapiña, el endeudamiento y las soluciones militares debió padecer dos guerras contra enemigos extranjeros: una contra Estados Unidos, por la cual, tras su agresión, perdió la mitad del territorio, y otra contra el imperio francés, así como la guerra de castas en Yucatán. Secuela de estas guerras, fue la intestina que libraron los liberales contra los conservadores.

La victoria bélica y legal de los reformadores encabezados por Juárez dio lugar a un nuevo régimen con la Constitución de 1857.

A pesar de que esa constitución incorpora los valores de la igualdad y la libertad, continuaron la desigualdad, la concentración de la riqueza y la miseria, pero ahora con discursos liberales, liberalismo económico y uniforme republicano bajo el peso de una prolongada dictadura.

La lucha contra el porfiriato tiene varias expresiones: la de Madero, con su potente librito La sucesión presidencial en 1910, que reduce la democracia a la lid electoral; la más radical del Partido Liberal Mexicano, que lideran los Flores Magón con su periódico Regeneración, y la reivindicatoria de Zapata (por la tierra) a la que va a fortalecer Villa con demandas campesinas y brillantes estrategias militares. Al golpe de Estado y la usurpación de Huerta aparece, con el levantamiento de Carranza, otra expresión, la de los hacendados y rancheros ricos, que será la que triunfe en el movimiento armado. Pero en el constituyente de 1916 laten las demandas de campesinos, obreros y una clase media letrada, y se las logra consignar –los llamados derechos sociales– en la Constitución de 1917.

Los sectores opuestos a esos derechos (la Iglesia católica, los grandes empresarios, los hacendados) consiguen demorar su reglamentación. La Ley Federal del Trabajo no es aprobada sino hasta 1931 y el Código Agrario hasta 1933. Son, no obstante, los prolegómenos del cardenismo. Pero éste colocará a campesinos y obreros bajo la férula del Estado mexicano. Y es a partir de su trabajo, a menudo escamoteado, que se le dará impulso a la industria. Se desalienta, proscribe y hasta reprime a toda fuerza que no se ciña al régimen. El Presidente de la República manda sobre todo mediante simuladas órdenes militares.

Tras el interregno de los años 70 aparece el neoliberalismo con su cauda de despojo, empobrecimiento y miseria. México, al concluir el inercial partido que surgió de la reconfiguración de la lucha armada, se verá en ruinas.

Es ese el país que reciben Morena y López Obrador. Dos siglos de esperanzas frustradas nos contemplan. Se inaugura un nuevo poder. ¿Pueden los trabajadores esperar una nueva etapa de mejoría? Sí, pero a condición de que luchen por ella y no se esperen al próximo periodo electoral.

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