Se construye la mejor constitución del mundo
4a Sesión del Nuevo Congreso Constituyente
En una conferencia durante la cuarta sesión del Nuevo Congreso Constituyente, del 3 al 5 de febrero, el historiador Jesús Salmerón analizó las constituciones en México desde la influencia francesa en el siglo XVIII hasta nuestros días, destacando que sólo 22 artículos de la Constitución de 1917 permanecen sin cambios, de un total de 136. Es decir, más del 80% de esa ley ya no es la misma. Y cualitativamente tampoco. Salmerón afirma que los logros sociales de la revolución mexicana han sido suprimidos, especialmente con el neoliberalismo, siendo el régimen del presidente Peña Nieto donde se han promovido más cambios, los cuales no representan la voluntad de los mexicanos ni han sido para su beneficio. “La Constitución es letra muerta”, sintetiza.
Por ello, el Nuevo Congreso Nacional elabora una propuesta de ley que recupere los logros sociales y mejore la organización de los mexicanos. Así, se perfila como una de las mejores Constituciones del mundo, por su alto contenido social centrado en el buen vivir y no en el lucro. Luchadores sociales desconocidos, pero con experiencia y buenas intenciones, analizan cada aspecto de la vida nacional, comprobándose que el diálogo entre inexpertos va más lejos que un debate de expertos.
En esta ocasión, los trabajos estuvieron orientados a la salud. El médico Eliazaro Ibáñez, procedente de Poza Rica, Veracruz, abrió el diálogo con una breve ponencia. Explicó que, no obstante que la Organización Mundial de la Salud (OMS) está al servicio de las grandes empresas farmacéuticas, es necesario retomar algunos aspectos en su definición de salud, especialmente la sana relación del ser humano con el medio ambiente, propuesta que fue aprobada en otro momento. Asimismo, propuso que los asilos de ancianos sean mixtos y no separados por sexo, a fin de mejorar la convivencia y salud emocional de los internos.
El Congreso aprobó, después de mucha discusión, que la Nueva Constitución debe garantizar medicamentos y servicios de salud sin costo para cualquier persona que se encuentre en el territorio mexicano, incluso a los mexicanos que transitan por otros países y a los extranjeros que nos visitan, ya que las personas, más allá de las nacionalidades y culturas, son medulares en la nueva organización política.
Asimismo, se propuso la garantía de gastos funerarios para todos y la cancelación de los seguros bancarios en materia de salud.
Por otro lado, se propuso que la salud se base en la educación, en todos los niveles escolares, a fin de que cualquier persona conozca su propio cuerpo y pueda ser autosuficiente para detectar, tratar y prevenir enfermedades, utilizando los beneficios de las distintas corrientes médicas en el mundo, y no sólo el uso de fármacos alópatas.
Se preferirán las medicinas alternativas y saberes de los pueblos originarios, ya que se considera que la medicina alópata ha respondido a intereses económicos de la industria farmacéutica, en consonancia con una industria de alimentos refinados y sin nutrientes. Más todavía, se consideró que esta medicina con frecuencia trata como enfermedades a las reacciones naturales del cuerpo humano, degradando aún más la salud, sin más interés que el negocio.
Así que no se aprobó la definición de la OMS que busca un completo bienestar como significado de la salud, ya que “el completo bienestar no existe” –se dijo–. Muchos estados de la salud implican molestias como parte natural del organismo humano, digamos una fiebre o una diarrea, y hasta el dolor es parte de la salud. Y lo mismo en el aspecto emocional, por ejemplo: muchas situaciones de estrés y crisis emocional son benéficas para la propia superación y el empoderamiento ante la vida.
Por otro lado, se aprobó mantener el lenguaje de género en la Nueva ley, añadiendo entre paréntesis la terminación que haga falta. En contra de ello se argumentaba que se dificulta la lectura y se propuso que se sigan las reglas del idioma; además, se dijo que el lenguaje de género no acaba con el machismo, que son apariencias; y “no incluye a los transgéneros”. “Lo que tenemos que cambiar son las actitudes”, se dijo.
Con todo, se aprobó que ya no se use el signo de arroba (@) como inclusión de géneros en una redacción: “resta formalidad a una Constitución”; ”ni siquiera es una letra”; “no sabemos cómo pronunciarla”. A su favor se argumentaba que “los idiomas también evolucionan” y que la @ puede ser parte de un nuevo alfabeto, pero la mayoría no se convenció.
Fuente: Número 241 de la revista Kgosni