Capitalismo antidrogas – Una guerra contra el pueblo
Prefacio del traductor
A dos meses de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, me encontré con este libro recién publicado por la estupenda cooperativa AK Press. Comencé a leerlo con hambre, con ansias de que me ayudara a comprender la violencia que estaba (y sigue) devastando México y Centroamérica.
Al terminar de leer Drug War Capitalism (el 5 de diciembre de 2014), me apresuré a buscar en internet el correo electrónico de la autora, y le escribí para decirle que deseaba traducirlo al español. La indignación y la impoten- cia ante los efectos de la guerra contra las drogas en México me causaban una enorme frustración, y contribuir a divulgar el trabajo de Dawn Paley me pareció una forma constructiva de protesta.
En mi carta, le comenté a Dawn que yo vivía en la ciudad de México, y ella me respondió esa misma tarde para proponerme que nos viéramos el lunes siguiente en un café de Coyoacán (entonces no sabía que ella, de origen canadiense, vivía en la ciudad de Puebla). Así empezó el camino hacia Capitalismo Antidrogas.
Traducir el libro fue penoso y terapéutico a la vez. Por un lado, me dolía leer y reescribir el testimonio de las víctimas entrevistadas por la autora, así como las cínicas declaraciones de los que han promovido esta guerra; por el otro, me consolaba pensar que este ejercicio serviría para desmentir la idea de que la guerra contra el narco es un esfuerzo legítimo por controlar el tráfico de drogas y el crimen organizado, cuando en realidad se trata de una campaña bélica que sólo sirve para incrementar el control socioeconómico de las élites (narcos, políticos y capitalistas) sobre la población.
Los acontecimientos de los últimos años confirman la tesis sostenida por el libro: que el Plan Colombia, la Iniciativa Mérida y otros programas trasnacionales, lejos de disminuir la producción y exportación de drogas hacia Estados Unidos, multiplican la violencia contra la sociedad civil, con- tribuyen al despojo territorial de los pueblos originarios, y modifican las leyes y dinámicas económicas en favor de los grandes capitales: mineras y agroindustrias que expolian los territorios desocupados, maquiladoras que explotan a los trabajadores reprimidos por el clima de violencia, empresas demasiado grandes para ser víctimas de la extorsión.
Daré un ejemplo sintomático: tras un robo millonario de oro en una mina de Sinaloa a principios de abril de 2015, Rob McEwen, dueño de la empresa que explota la mina, declaró en la televisión canadiense: “Los cárteles están activos allá abajo [refiriéndose a esa región de México]. Generalmente tenemos una buena relación con ellos. Si queremos ir a explorar a algún lado, les preguntamos, y te dicen ‘No’, pero luego dicen, ‘Regresen en un par de semanas, cuando terminemos lo que estamos haciendo’”.
Aunque el escándalo producido por esta declaración obligó al empresario canadiense a retractarse, sus palabras revelan que los poderosos inversionistas extranjeros no se sienten amenazados por los cárteles del narcotráfico; a los que sí temen son a los líderes sociales que se oponen al despojo de los recursos naturales: a Mariano Abarca, el líder chiapaneco al que un sicario vinculado con la minera canadiense Blackfire asesinó en 2009; o a Javier Cruz, campesino defensor de los bosques de Petatlán, Guerrero, asesinado en 2011 presuntamente por órdenes de Rogaciano Alba Álvarez, a quien Cruz había denunciado como autor intelectual del feminicidio contra la defensora de los derechos humanos Digna Ochoa. Rogaciano Alba fue líder ganadero y alcalde priista de Petatlán, aliado al mismo tiempo de la maderera estadounidense Boise Cascade (contra la que Javier Cruz y otros ecologistas amenazados protestaban), del cártel de Sinaloa y La Familia Michoacana.
Casos como los anteriores son una muestra de los complejos vínculos entre los narcos, el Estado y el capital trasnacional; este libro es una aportación muy valiosa para entender el papel que la guerra antidrogas juega en este contexto.
En la oscuridad de esta guerra han desaparecido decenas de miles de personas, entre ellas los 43 normalistas de Ayotzinapa. Ojalá que este trabajo sirva como una luz para seguir buscándolas.
Jorge Comensal
Editorial: Libertad bajo palabra
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