San Pedro y San Pedro 400
San Pedro Garza García fue el primer municipio que estableció el estado de emergencia en el país. También fue el primero en registrar el primer caso del Covid-19 en el estado. Los vecinos de su territorio se encerraron de inmediato. Con todo, es el municipio con mayor número de casos en Nuevo León. Son algunos de los que vacacionaban en varios de los lugares más caros en Estados Unidos (Vail y Aspen, en Colorado). De allá importaron el contagio.
Como se sabe, San Pedro es el municipio más rico de América Latina. Por ello sus habitantes –es posible que la mayoría– pueden aislarse en sus casas varias semanas y, si se requiriere, varios meses. A iniciativa suya fueron vaciados los estantes de los supermercados. Están rodeados de personal que realiza todas las actividades domésticas y les resuelve cualquier tipo de problema vinculado a su familia, vivienda, empresa, servicios, banca.
Hay, sin embargo, una parte de ese municipio llamada San Pedro 400. Se trata de una colonia de bajos ingresos, a la que divide el río Santa Catarina (como si fuese el río Bravo) de la porción distinguida por su riqueza. Sus habitantes no pudieron acatar el estado de emergencia dictado por las autoridades municipales ni vaciar los estantes de supermercados. Su necesidad los hace salir a trabajar para poder disponer del diario sustento.
¿Cómo hacer para que los habitantes de todo un municipio (los de San Pedro no llegan a 200 mil) se mantengan sin salir de sus casas? Dadas las violentas desigualdades, imposible. Las autoridades envían de tarde en vez convoyes de patrullas para conminar a los habitantes de San Pedro 400, irresponsables como son en comparación con los de la ex hacienda de San Pedro, a no andar en la calle. Pero al día siguiente vuelven a salir para ir a trabajar en los diferentes puntos del área metropolitana de Monterrey. Era para que tales autoridades, si quisieren mantener el riguroso aislamiento, en lugar de patrullas le hubiera enviado personal para hacer un censo de aquellos vecinos en condición vulnerable (entre ellos hombres y mujeres de la tercera edad que, por una propina, se ven despachando la mercancía en los supermercados) y subsidiarles lo mínimo para que se mantuvieran encerrados. Pero bien saben que con eso afectarían buena parte de su propia actividad o la de sus clientes, operarios o proveedores, que requieren cierta cantidad de los trabajadores de esa y colonias similares.
Crisis igual a claridad y deslinde, si vemos el problema desde una óptica distinta. Ahora, me parece, el otro hemisferio del estado, ese que desde el siglo XVIII se hace pasar por ciudadanía neta, a los mexicanos nos debe demostrar que, como lo dicen sus marbetes, todo lo hacen por México. A estas alturas, los organismos empresariales y las empresas y oligopolios de mayor tamaño debieran haber dicho esta boca es mía en términos de solidaridad con las consecuencias económicas y sociales del Covid-19.
Al capitalismo que se juega en los paquetes accionarios del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otros organismos similares les debe llegar el llamado que hizo António Guterres, el secretario general de la ONU, al G-8; un llamado para apoyar la precaria situación de los países más vulnerables por razones económicas y bélicas. De hecho, en las redes circula ya una demanda absolutamente racional: que el FMI condone la deuda soberana de estas naciones. En México, por lo menos, la banca parece responder a la situación y diferirá los cobros entre cuatro y seis meses a sus deudores.
Por de pronto, frente al Covid-19 los mexicanos debemos cuidarnos para no contagiarnos ni contagiar. Pero no paralizar la actividad económica. No estamos para eso. El empresario Ricardo Salinas Pliego ha llamado a recobrarla; cualquiera que haya sido su motivo para ello, es lo más realista que he escuchado: no hizo sino describir lo que hacen los habitantes de San Pedro 400. La economía, como concepto, es tan abstracta como la astrología; pero su correlato en la vida real significa, para muchos seres humanos, comer o no comer. Una síntesis de lo que aquí escribo es la letra de un rap de Danger DK que Gibrán Ramírez Reyes hizo circular en un tuit como respuesta a un rockero que se sumaba al discurso de Trump:
Que no salgamos, que hay que atrincherarse / que nos quedemos en casa para que el virus no avance / pero si no se asegura que al pobre le alcance / no salir no es una opción / es un lujo de clase.
Y, en fin, si los habitantes de este planeta nos encerráramos cada que se desata una guerra de agresión, el encierro por la pandemia resultaría comprensible. México tiene la experiencia de una guerra sucia y de una supuesta guerra al narco. En ambas murieron más seres humanos que los que dejará la cauda del Covid-19 en todo el mundo.