Tiempo de Muertos
“La muerte vino a mi casa a vivir conmigo
de tanto estarla esperando nació el cariño
cariño que va creciendo, cariño que va anidando
por eso más me valiera irme acostumbrando”
Morir en México
Desaparecer es peor que morir
Encomienda a AMLO
Ofrendas
Mictlán
Día de Muertos
Sin duda la principal causa de muerte es vivir, pero vivir en México hace que la causa de muerte sea más común, más cercana, más cotidiana, más terrible, más dolorosa, más amorosa, más festiva; a estas alturas la muerte es la principal política de estado para abatir al crimen organizado, el hambre, las enfermedades y los enfermos, la pobreza, la resistencia, el activismo y el periodismo incómodo. Los 100 asesinados diarios hace que en México sea siempre tiempo de muertos.
Imaginemos por un momento que si todos esos miles de delincuentes (sí es que lo eran) en lugar de ser ejecutados, hubieran sido apresados (como lo dice una ley que ya nadie recuerda); con el histórico rezago del sistema judicial tendrían algunos que esperar hasta 10 años para ser juzgados, además del costo de cada juicio, tendríamos las cárceles repletas y seguramente se hubiera tenido que destinar más presupuesto para construir otras, porque en nuestro país no existe la pena de muerte legal, por eso todas las ejecuciones de delincuentes realizadas por sus verdugos son un eficiente sistema de simplificación administrativa de la ley y la forma más terrible de la corrupción del estado, y además es el mejor pretexto para que “de pasadita” se deshagan de activistas y periodistas incómodos para los procesos de enriquecimiento del capital a costa del extractivismo criminal de nuestras riquezas naturales y culturales.
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Imaginemos que los 114 niñas y niños que mueren diario según INEGI “por enfermedades”, pensemos en ese millón y medio de niñas y niños asesinados por el neoliberalismo en los últimos 35 años con enfermedades perfectamente curables, ¿qué hubiera pasado si no hubieran muerto? habríamos tenido que darles escuela, alimentos, trabajo. Piénselo y sumen los 500 mil adultos asesinados, ¿Qué pasaría con el sistema de pensiones? ¿Cuántas becas más tendría que dar el gobierno ahora?
Y bueno, ni hablar de los desaparecidos, a todas esas decenas de miles de personas en las que ni siquiera hubo que gastar en su muerte.
Tenemos todos, tantos muertos tan queridos, que en México hablar de la muerte es hablar de alguien de la familia, tan cercana, tan común, tan dramática, tan dolorosa, tan festiva, tan segura, y la volvemos dulce, rima, canción, comida y fiesta, supongo que por eso le gusta tanto México a la huesuda, porque hemos hecho de nuestra tierra su casa, su hogar y somos tan cálidos, tan buenos anfitriones, que ya no se quiere ir y procura cada día darnos más muertos para que tengamos más razones para festejarle su cumpleaños el 2 de noviembre en dónde hacemos la fiesta grande de México, en donde el gobierno nada tiene que ver, porque es un festejo que traemos en la sangre mucho antes de llamarnos México, es el festival más importante, y cocinamos especialmente para ese día nuestros mejores platillos, nos preparamos durante todo el año para este gran festejo, sembramos y cosechamos cacao, maíz, agave, trigo, palma, chile, millones de flores, criamos animalitos todo el año, hacemos mole, faroles, estrellas de palma, dulces, calaveras, papel picado, velas, versos, canciones, tallamos mascaras de madera durante meses, y ahora enormes esculturas de papel y alambre, carros alegóricos, ropa y disfraces, organizamos grandes desfiles, millones de bellísimas ofrendas, limpiamos y adornamos nuestros sepulcros solo pensando en ofrendar todo este día y tener sólo por unas efímeras horas alegría y paz, para poder seguir contando y enterrando nuestros muertos todo el año. Quienes pueden…
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Imagine como es este día de muertos para las cientos de miles de familias que tenemos desaparecidos, no sabemos dónde están nuestros muertos, porque sabemos que están muertos, sabemos que Jesús hijo de Rosario está muerto, al igual que todas las decenas de miles de hijos de las madres de los demás desaparecidos, lo sabemos pero nos negamos a aceptarlo, porque no tenemos sus restos, el pedazo de materia que nos permita tener una tumba a la que llevemos flores en donde podamos llorarles hasta hartarnos, en donde en estos días podamos poner su foto en la ofrenda y ofrendarles la comida que más les gustaba, su trago, sus dulces, pedir por su descanso, adornar su tumba, visitarlos, cantarles su canción y tener alegría y paz por un pinche día, todo eso nos roban cuando los desaparecen, no sólo se llevan a nuestros seres queridos, nos roban la paz, nos roban el alma, porque no podemos decir que están muertos, no podemos aceptar que están muertos hasta no saber dónde están.
Y en estos días de muertos, tenemos que limpiar y adornar las tumbas de los nuestros menos la suya, poner las fotos de los seres queridos que se han ido, menos la suya, preparar la comida para los ausentes, menos para ellos, poner la música que más les gustaba, menos la suya, y pedir por su descanso eterno menos el suyo, porque sabemos que están muertos y no podemos decirlo, no queremos aceptarlo y pensamos en sus canciones, en su comida, en su sonrisa y duele y duele y duele y no podemos nombrarlos en estos días, porque no queremos que estén muertos y los extrañamos más que a los muertos, y los vemos en todas las tumbas y no olvidamos poner el altar del anima sola, porque es para todos los muertos que por alguna razón no les ponen ofrenda y la ponemos bonita no pensando en nuestros desaparecidos, sino en los desaparecidos de los demás, queriendo que otra casa exista una ofrenda bonita a donde puedan llegar nuestros muertos desparecidos por un poco de ternura.
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Durante la entrega de la medalla Belisario Domínguez, cuando Doña Rosario Ibarra de Piedra le dirige al Presidente una carta, leída el 23 de octubre en el Senado al final de dice: “Señor presidente Andrés Manuel López Obrador, querido y respetado amigo, no permitas que la violencia y la perversidad de los gobiernos anteriores siga acechando y actuando desde las tinieblas de la impunidad y la ignominia. No quiero que mi lucha quede inconclusa, es por eso que dejo en tus manos la custodia de tan preciado reconocimiento y te pido que me la devuelvas junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos y añorados hijos y familiares y con la certeza de que la justicia anhelada por fin los ha cubierto con su velo protector” a lo que el mandatario contestó en Twitter: “Es una responsabilidad que voy a cumplir, voy a hacer todo lo que humanamente me sea posible para dar con los desaparecidos… voy a estar a la altura de las circunstancias… Mientras la vida me lo permita, seguiré en mi empeño hasta encontrarlos. ¡Vivos los llevaron! ¡Vivos los queremos!”.
La responsabilidad asumida por el mandatario no es menor, y nadie espera que los encuentre con vida, sólo queremos que los encuentre, que identifique a los miles de restos humanos hallados en las miles de fosas clandestinas para dar paz a sus madres, que escarbe con uñas y dientes cada centímetro del Campo Militar No. 1 y revisar cada uno de los documentos que tuvieron que ver con el asesino y torturador Nazar Haro y su cómplice el Ejército Mexicano, que nos de la verdad sobre el paradero de todos los desaparecidos por el gobierno y sobre todo debe dar la garantía de que nunca, nunca, nunca, volverá a suceder, porque hasta ahora ha sido incapaz de detener las torturas, los asesinatos y las desapariciones, que siguen en franco aumento y cerrará este su primer año de gobierno como el más violento y con más asesinatos en la historia posrevolucionaria de México y por más que insista, no puede seguir pretendiendo que es responsabilidad de los gobiernos anteriores, porque él es quien gobierna y hasta podemos creerle que tiene la voluntad real de terminar con la ignominia, pero lo que ha demostrado es una total incapacidad para hacerlo, y debe reconocerlo y designar a otros responsables de la tarea, porque los datos ahí están y no son datos “conservadores” son muertos reales. Porque si no es incapacidad, sólo puede ser complicidad.
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La muerte viviente
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura UNESCO reconoció como Patrimonio Cultural Inmaterial de toda la Humanidad, el Día de Muertos Mexicano, enfatizando la importancia de su significado en tanto se trata de una expresión tradicional – contemporánea y viviente a un mismo tiempo–, integradora, representativa y comunitaria.
Originalmente para los aztecas, Mictecacíhuatl (la imagen de la portada) es la reina del Mictlán, la región de los muertos y ella es quien les da la bienvenida a todos aquellos que mueren por causas naturales. Pero antes de llegar a ella, los difuntos, ya sean nobles o plebeyos o ricos, deben atravesar un largo y doloroso viaje por el Camino de los Muertos. Una vez que terminen su trayectoria se encontrarán con los reyes del Mictlán quienes les permitirán disfrutar del descanso eterno.
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Mictecacíhuatl suele ser representada como una diosa descarnada con una cabeza de calavera, con los pechos expuestos y numerosos pliegues en su abdomen que representan sus múltiples partos. En algunas representaciones, la Reina de la Muerte aparece con la mandíbula abierta dando vida a un guerrero que sale de sus entrañas y a través de su cuello. En sí, ella simboliza el principio y el fin de la vida.
Pero el Mictlán sólo está reservado para aquellos que morían de muerte natural. Los antiguos mexicanos creían que el destino del alma del muerto estaba determinado de acuerdo al tipo de muerte. Por ejemplo, los que morían ahogados iban al Tlalocan o paraíso de Tláloc; los que morían en combate o en sacrificio y las mujeres muertas en parto, iban al Omeyocan o paraíso del Sol.
Los niños muertos iban a un lugar llamado Chichihuacuauhco, donde había un árbol de cuyas ramas goteaba leche para que no pasaran hambre.
Con la imposición de la mitología católica, nos ajustaron a todos nuestros muertos en una sola festividad a la que llamaron “día de todos los santos” para juntar nuestro 2 de noviembre con su 1 de noviembre decretado por el Papa Gregorio III (731-741) que consagró una capilla en la Basílica de San Pedro a todos los santos y fijó el aniversario para el 1 de noviembre. Gregorio IV extendió la celebración del 1 de noviembre a toda la Iglesia, a mediados del siglo IX. Por lo que ahora “festejamos” a nuestros muertos en una misma fecha, aunque la resistencia cultural da su espacio por lo menos entre niños a los que destina el día primero y los adultos a los que destina el día 2 de noviembre, en donde ya no importa si murió de muerte natural, porque a estas alturas morir violentamente en México, es lo más natural.
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En México siempre es tiempo de muertos, pero en estas fechas se reúne a toda la familia para honrarlos como sabemos; festejando la vida. Así que por lo pronto disfrutemos de la fiesta más importante de México, admiremos sus altares, saboreemos su exquisita comida, el riquísimo chocolate acompañado con cientos de diferentes tamales y panes de muerto, cantemos, escribamos calaveritas, disfrutemos la danza chusca de los huehues en todos el país y quienes puedan no se pierdan el espectacular desfile de muertos en la Ciudad de México y goce la vida mientras pueda, porque vivir en México es la principal causa de muerte, solo pida al gobierno, a las mafias o al santo de su preferencia que si lo van a matar, que tengan la decencia de dejar su cuerpo, para que en las próximas celebraciones de muertos pueda ser invitado a la fiesta.
La vida (y la muerte) son una construcción consciente.
Iván Uranga