Cómo vivir sin partidos / IV

Foto: Marte Merlos

Organizar la democracia

Todos los problemas del país, incluyendo el capitalismo, se deben principalmente a la falta de democracia. Claro, la democracia trae otros problemas y errores, pero son parte natural de la maduración política de un pueblo que busca fraternidad y justicia. Los municipios autónomos lo saben.

En parte, la falta de cultura democrática se debe a que no hay una estructura organizativa que la haga posible. Hoy es tan endeble la democracia, que el ciudadano se limita a votar por los candidatos que eligieron otros o que se eligieron a sí mismos cada tres o seis años. O tan bárbara es, que sólo se entiende protestando en las calles. Sí, a veces se le consulta al ciudadano pero sin ningún poder decisorio. Y cualquier consulta viene a ser un brete precisamente porque el país no está organizado para la democracia.

Más aún, en una democracia verdadera ¡el pueblo es quien consulta y decide! Acude a los “especialistas”, pero él manda. Así debería ser con el tema del aeropuerto, el tren maya o las mineras canadienses; las telecomunicaciones, ¡Telmex!; los tratados internacionales, la deuda externa, y la expropiación petrolera, energética, bancaria… –por cierto, en su momento AMLO denunció el rescate bancario del Fobaproa, ¿ahora se dejará de subsidiar a esos ladrones?; y los impuestos no cobrados con la venta de Banamex, según lo denunció, ¿ahora se cobrarán?

Es necesario que la vida nacional se base en la participación democrática, la cual es forzosamente local cuando es auténtica. Es desde los congresos municipales –o asambleas o consejos– donde se debe decidir y guiar el rumbo de un país. Y tiene que ser parte de la cotidianidad: en las localidades urbanas y rurales las asambleas tienen que ser más frecuentes, digamos cada mes, de acuerdo a la propias dinámicas locales, con temas propios pero también nacionales.

Dichos Congresos locales y legislativos son el poder en manos del pueblo, la verdadera transformación nacional. Para eso, una nueva Constitución debe triturar al menos el artículo 41, de las elecciones sin poder ciudadano y el 115, de los municipios mafiosos. Entonces caerán el 123, del esclavismo obrero-patronal; el 27, de la propiedad será para el capital; el 2°, de la colonia de los pueblos originarios; y el 3°, de la educación para ser esclavo empleado, entre otros.

Para esto, un gobierno de veras democrático cuenta con una programación mensual de asambleas municipales a nivel nacional. Las temáticas del Congreso federal deben ser tratadas localmente, cada mes o lo que sea necesario, anunciando constantemente en los medios de comunicación: diálogos, foros, propuestas y todo lo referente.

Cualquiera sabrá lo que se trata, y puede participar, lo que significa poner a un país en sintonía y unir a su gente, mientras la estructura de partidos no toma en cuenta a los ciudadanos y los mantiene divididos.

¿Puede el nuevo gobierno con un paquete así o la democracia no le interesa? Es que a casi ninguno de sus integrantes se le ve ese perfil sino más de lo mismo, no están acostumbrados a obedecer. Porque si el nuevo gobierno le traiciona, el pueblo podría acudir en defensa propia a bloquear accesos, descarrilar trenes, sabotear la energía, recuperar predios, detener funcionarios… ¡linchamientos no!, boicots comerciales sí, liberar presos, desobediencia civil, policías comunitarias, municipios autónomos, etc., a fin de expulsar a las compañías cuyos contratos se firmaron a sus espaldas.

Hay un futuro en juego y ya no queda otra esperanza. Entonces, las empresas que quieren invertir seguras en México, deberían considerar que la ausencia de democracia no les garantiza nada y más les valdría irse despidiendo. Ninguna firma o papel les vale sin el consentimiento de la soberanía nacional.

Recuperar la seguridad pública o el poder adquisitivo de hace tres o cuatro décadas –algo “menos peor”– no es una transformación. Tampoco sería suficiente encarcelar un ex presidente. Ni siquiera la extinta expropiación petrolera de 1938 alcanzó ese estatus en la historia de México. Hace falta mucho más.

Pero todo inicia en los Congresos Municipales, con la autonomía de los pueblos… entonces podremos hablar de una 4a transformación.

Fuente: Kgosni-El volador número 257

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