Se puede hablar ya de crimen coorganizado (La Jornada a debate)

La Jornada a debate

Los ministros entraron en la sala y tomaron sus asientos. En algunos de ellos, la toga dejaba ver sus pantalones vaqueros. Se trataba en realidad de un grupo de estudiantes de la Facultad Libre de Derecho, bajo la guía de Margarita Ríos-Farjat, poeta, destacada académica de esa facultad y colaboradora del diario El Norte. Ahora tuvo el papel de presidenta de la sala donde se escenificaría, con argumentos propios, la sesión del pleno en que la Suprema Corte negó a La Jornada (Demos) un amparo directo contra la sentencia de una instancia anterior mediante la cual fue absuelta la revista Letras Libres (Vuelta) de daño moral por el cual Demos la había demandado en marzo de 2004.

El evento académico tenía lugar un día después de que fue ejecutada la reconocida periodista Miroslava Breach, corresponsal de La Jornada en Chihuahua. Sentí que la coincidencia era doblemente significativa: por el crimen de la valiente reportera y por lo que han sido para nuestro diario ataques abiertos y subterráneos de muy diversa laya.

En 2004, el entonces subdirector de Letras Libres, Fernando Ramírez García escribió un artículo titulado Cómplices del terror en el que acusó a La Jornada de ser aliada de la organización vasca ETA a partir de un acuerdo con el periódico Gara, traductor de sus posiciones, pero que circula legalmente bajo las normas españolas. La calumnia fue respondida por los hechos. En Madrid hubo un condenable acto de terrorismo, pero no efectuado por ETA, a quien acusó de inmediato el gobierno de José María Aznar, sino por una organización árabe, en represalia a la alianza de España con el gobierno de George W. Bush en su guerra de agresión contra Irak –sin duda un acto de terrorismo al mayoreo que la derecha pasó por alto. La mentira de Aznar produjo la derrota del Partido Popular, la fuerza política in pectore de la realeza española.

¿No pasó por los ojos de Enrique Krauze, director de Letras Libres, tal artículo difamatorio? Estaba yo por terminar de leer Aquiles, la novela póstuma de Carlos Fuentes, y la llevaba conmigo al ejercicio de los estudiantes de derecho. Recordé entonces aquel libelo que el propio Krauze escribió, plagado de juicios ad hominem sobre el Premio Cervantes de Literatura. Tuve oportunidad de hacer ver esa tendencia al libelo, inexplicable en un autor como Krauze, que parece no juzgar las causas o las personas de que abomina con la racionalidad supuesta en un intelectual inspirado en Clío.

El ministro ponente, que trastabillaba con frecuencia y no lograba claridad en su exposición, asumió la tesis del ministro Arturo Zaldívar: no otorgar el amparo a La Jornada considerando que por encima de la protección al derecho al honor está la protección al derecho a la libre expresión. Al cabo la mayoría de los ministros, como en el juicio real, resolvieron igual. La Suprema Corte dio por buenos los argumentos de Ramírez García en su defensa: llamar cómplices del terror a los periodistas de La Jornada equivalía a señalar sólo que eran camaradas, simpatizantes de Gara. Y aunque la SCJN aceptaba en la resolución no coincidir con los juicios de Ramírez, éste quedó impune por la grave acusación que hizo a La Jornada, de ser una variante escrita de la lucha terrorista contra la ley y estar al servicio de un grupo de asesinos hipernacionalistas. Calumnia, que algo queda.

Uno de los ministros, muy joven y el de mayor talento jurídico, se pronunció por orientar al juicio hacia la figura de competencia desleal implícita en la acusación publicada por Letras Libres. Releí la zafia pieza. En la última frase de Ramírez hallé esa correspondencia; dice: Así se practica el periodismo en México, espero que no por mucho tiempo.

Me parece que de eso se trataba: propinar un golpe bajo a La Jornada para mermarle prestigio, crédito en todos sentidos, publicidad y mercado. La concepción del neoliberalismo que empleó Ricardo Salinas Pliego para definir a la competencia. Al competidor hay que tumbarlo y ya en el piso seguirlo golpeando. Vivimos en un país capitalista donde la razón cede a sus intereses y Enrique Krauze siguió esta estrategia con textos ponzoñosos previos a la sentencia final de la SCJN.

Ahora no han sido las armas intelectuales de la derecha que se quiere liberal, sino las que disparan balas. El propósito es el mismo: quebrantar en La Jornada su carácter alerta, crítico y comprometido con las causas democráticas por las que lucha el pueblo mexicano. Y si esto no es posible, aplastarla económicamente, silenciar o inhibir a sus periodistas. Por esto mismo es que no podemos cejar en la voluntad que animó el trabajo de Miroslava Breach, en dar continuidad a su periodismo incapitulable.

Por de pronto no aceptemos la fácil hipótesis que algunos proponen: fue el crimen organizado. Porque en México esta figura ya no es externa al Estado. Se puede hablar ya de crimen coorganizado. Y en este punto de intersección participan burocracias partidarias y empresarios legales e ilegales.

El sábado 26 asistí a una manifestación de periodistas para pedir justicia por el crimen de Miroslava Breach. En el uso de la palabra, de repente vi aparecer a uno de esos estentóreos ángeles exterminadores que sentenció: Fueron César Duarte por comisión y Raúl Corral por omisión. Pocos son los políticos con el nivel de compromiso que tiene Javier Corral. Por ello no debe dejar duda en ambas dimensiones. Y sentar un nítido precedente evitando por todos los medios que quede impune este asesinato. En ello le va su biografía política.

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